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"¿Me tengo que ir de mi casa?"

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Decidir el lugar de residencia en la tercera edad: un desafío familiar

Llega un momento en la vida en que lo cotidiano comienza a requerir ayuda: subir una escalera, cocinar, salir solo a hacer mandados. Y con ello, aparece una pregunta que inquieta tanto a los adultos mayores como a sus familias:

“¿Puede seguir viviendo solo?” “¿Es mejor que venga a vivir con nosotros?” “¿Le proponemos una residencia o se va a sentir abandonado?”

Decidir dónde y cómo vivir en la vejez es mucho más que una cuestión logística. Es una decisión que toca el corazón del adulto mayor, porque se pone en juego la autonomía, el arraigo, la memoria emocional del hogar y, muchas veces, la dignidad.


¿Qué tensiones aparecen?


  • El deseo del adulto mayor de permanecer en su casa, incluso si ya no es seguro

  • El temor de los hijos a que algo le pase estando solo

  • La realidad económica, que muchas veces limita las opciones

  • Desacuerdos entre hermanos sobre qué hacer o cuándo intervenir

  • La dificultad para hablar del tema sin herir, presionar o sentirse culpables

En el fondo, la pregunta no es solo “dónde va a vivir”, sino “cómo podemos cuidar sin quitar libertad” y “cómo tomamos decisiones sin romper los vínculos”.


¿Qué puede aportar la orientación familiar?

La orientación familiar es un espacio donde las familias pueden:

  • Abordar estas decisiones de manera anticipada y reflexiva

  • Escuchar lo que el adulto mayor realmente quiere y necesita

  • Equilibrar lo afectivo, lo práctico y lo emocional

  • Acompañar el duelo por un posible cambio de hogar

  • Diseñar una transición cuidadosa si hay traslado o mudanza

  • Resolver diferencias entre familiares sin conflictos ni imposiciones

Este acompañamiento ayuda a que nadie se sienta excluido, ni obligado, ni solo en la decisión.


Recomendaciones para abordar este tema en familia


  • Hablar con tiempo, no desde la urgencia 

  • Visitar juntos opciones posibles (residencias, viviendas asistidas, etc.) 

  • Respetar el deseo del mayor, dentro de lo posible y seguro 

  • Ser claros con los límites reales (económicos, personales, familiares) 

  • Escuchar los miedos, no solo los hechos 

  • Buscar acompañamiento profesional si el diálogo se traba o duele


Cambiar de casa no es perder el hogar


A veces, lo que más cuesta no es el cambio físico, sino el cambio simbólico: dejar atrás una etapa. Por eso, más allá del lugar físico, lo importante es preservar el sentido de pertenencia, de afecto y de cuidado.

Desde la orientación familiar, proponemos que estas decisiones no sean impuestas, sino conversadas. Que haya escucha, tiempo y acompañamiento emocional, para que tanto el adulto mayor como sus seres queridos puedan transitar el proceso con serenidad.


Si llegaste hasta aquí, te invito a releer o compartir los demás artículos del blog. Tal vez encuentres respuestas, alivio o simplemente, palabras que ayuden a empezar un diálogo pendiente.

Porque lo más importante no es dónde se vive, sino cómo se vive: con amor, respeto y compañía.


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