“A veces me siento invisible”
- Lic. Karina Palomo Pesci

- 4 may
- 2 Min. de lectura

Soledad y aislamiento en la tercera edad: cómo acompañar desde la familia
No siempre se está solo por estar sin compañía. A veces, la soledad se siente incluso estando rodeado de gente. En la tercera edad, esta sensación puede hacerse más presente: los hijos están ocupados, los nietos crecen, los amigos se dispersan… y el ritmo de vida ya no es el mismo.
Para muchas personas mayores, esto se traduce en un pensamiento silencioso pero doloroso:
“Nadie me necesita”. “Ya no tengo nada que aportar”. “No quiero molestar”.
Y aunque lo disimulen con gestos de amabilidad o frases como “yo estoy bien”, la soledad emocional puede pesar más que cualquier enfermedad física.
Soledad e invisibilidad: una forma de sufrimiento
La soledad en la vejez no es solo un tema emocional. También impacta en la salud, el estado de ánimo, la memoria y hasta en el deseo de vivir. Algunos signos que pueden pasar desapercibidos:
Retraimiento o silencio frecuente
Cambios en el humor o en la alimentación
Abuso del uso de la TV o redes como única compañía
Desinterés por participar en encuentros o actividades
Frases como “¿para qué voy a ir si nadie me espera?”
Muchas veces, la familia no lo ve, no por falta de amor, sino por falta de tiempo, distancia física o desconocimiento emocional.
La buena noticia es que esta realidad puede cambiar. Y la orientación familiar puede ser clave para volver a tejer esos lazos que parecen aflojarse.
¿Cómo ayuda la orientación familiar?
Desde un espacio profesional, cercano y humano, la orientación familiar puede:
Ayudar a reconocer la soledad como algo real y atendible
Acompañar a las familias a generar nuevas formas de cercanía
Fortalecer la autoestima y el sentido de pertenencia del adulto mayor
Facilitar el diálogo para que cada uno pueda expresar cómo se siente
Proponer actividades, rutinas o rituales familiares que integren activamente al mayor
No se trata de llenar la agenda, sino de reconectar desde el vínculo afectivo.
Recomendaciones para acompañar a un adulto mayor que se siente solo
Llamar seguido, aunque sea breve: una voz querida puede cambiar el día
Generar pequeñas rutinas compartidas: como un almuerzo semanal o una videollamada fija
Hacerle saber que es valioso: no por lo que hace, sino por lo que es
Escuchar historias del pasado: transmitir memoria también es pertenecer
Proponer acompañamiento profesional si hay señales de tristeza profunda o desánimo
Sentirse parte: una necesidad humana en todas las edades
La tercera edad no debería ser un tiempo de espera, sino una etapa de vida activa, vinculada, amorosa. Desde la orientación familiar, podemos crear espacios donde el adulto mayor vuelva a sentirse mirado, escuchado y necesario.
Porque la familia no termina nunca. Solo cambia de forma. Y todos tenemos algo para ofrecer… y para recibir.
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Cada texto es una invitación a tender puentes entre generaciones, a revisar nuestros vínculos y a crear nuevas formas de estar presentes.
La soledad se disuelve con presencia real, palabra sincera y amor activo. Estamos para acompañarte.



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