El hombre en transformación: entre el deber, la ternura y la búsqueda de sentido
- Lic. Karina Palomo Pesci

- 7 jun
- 3 Min. de lectura

En las últimas décadas, el rol del hombre dentro de la familia ha atravesado una transformación profunda. Ya no alcanza con ser proveedor material; hoy se espera que sea compañero, presente, empático, y emocionalmente disponible. Esta ampliación del rol paterno y conyugal no siempre va acompañada de un acompañamiento cultural que lo sostenga, y eso genera tensiones internas, frustraciones y un alto nivel de exigencia personal.
Entre lo que se espera y lo que se puede
La sociedad actual, marcada por el consumo y la productividad, ha elevado los estándares materiales como sinónimo de éxito. Muchas familias se ven atrapadas en una lógica donde ambos miembros deben trabajar largas horas para sostener un nivel de vida que, a menudo, excede sus verdaderas necesidades. Esto deja poco espacio para el diálogo íntimo, el descanso compartido o los vínculos profundos. El hombre, en ese esquema, muchas veces transita en silencio una tensión interna: quiere estar, quiere cuidar, pero también siente el peso de tener que "dar la talla" ante un modelo social que mide el valor por lo que se tiene, no por lo que se construye desde el amor.
La justicia emocional dentro de la familia
En un mundo donde "todo vale" y los valores familiares parecen estar desdibujados, sostener el criterio de la justicia se vuelve un acto de coraje. ¿Qué significa ser justo hoy dentro del hogar? Significa repartir las cargas con equidad, escuchar con respeto, validar las emociones, y reconocer que la autoridad no es imposición, sino ejemplo. Muchos hombres cargan con mandatos antiguos que les impiden mostrarse vulnerables, pero la verdadera autoridad nace de la autenticidad, no de la rigidez.
Hijos que buscan referentes claros
Los hijos crecen en una sociedad sobreestimulada, atravesada por mensajes contradictorios y propuestas superficiales. En ese ruido, los adultos desorientados no logran ofrecer un rumbo claro. La consecuencia es un aumento del malestar emocional en niños y adolescentes, que se sienten solos, confundidos y con una sensación de abandono, aun cuando estén rodeados de cosas materiales.
Aquí es donde la figura del padre, del hombre dentro de la familia, puede ser una fuente de calma y dirección. No desde la exigencia, sino desde la presencia. No con discursos, sino con actos cotidianos cargados de ternura y coherencia.
Ternura y amor: pilares que no se negocian
En un tiempo donde lo rápido y lo útil parecen primar, recuperar el valor de la ternura se vuelve revolucionario. El amor no es una emoción pasajera, es una decisión cotidiana. Es preguntarse cómo estoy cuidando a los míos, cómo me permito expresar el afecto, cómo me habito como esposo, padre, hijo o hermano.
La exigencia materialista y hedonista de esta época puede hacer que la ternura parezca un lujo, una pérdida de tiempo. Pero en realidad, es lo que da sentido. La familia no se sostiene por logros, sino por afectos. El tiempo compartido, la mirada atenta, la palabra justa, son regalos que no tienen precio y que marcan para siempre.
¿Cómo sostener la calidad de vida emocional?
El hombre que desea cuidar de su familia también necesita cuidar de sí. No puede dar lo que no tiene. Por eso, es esencial:
Hacer espacio para el descanso emocional
Hablar con otros hombres de sus emociones, sin temor al juicio
Pedir ayuda profesional si siente que no puede solo
Elegir con conciencia a qué quiere decir que sí y a qué debe aprender a decir que no
Reconectarse con lo que da sentido: sus creencias, sus valores, su historia
La calidad de vida emocional no se mide en horas de trabajo ni en éxito económico, sino en la profundidad de los vínculos que se construyen y en la paz que se experimenta al volver a casa.
Una invitación a mirar distinto
Este no es un llamado a hacer más, sino a hacer mejor. A mirar la propia vida con honestidad y preguntarse: ¿Qué lugar quiero ocupar en mi familia? ¿Cómo quiero ser recordado?
La transformación del rol del hombre en la familia no es una pérdida, es una posibilidad. Una oportunidad para vivir desde el amor, con ternura y responsabilidad, dejando huellas de humanidad en un mundo que, más que nunca, necesita referentes amorosos y firmes a la vez.
Desde la orientación familiar, se puede acompañar este camino con respeto, escucha y herramientas para que cada hombre pueda encontrarse con lo mejor de sí, y así, ofrecer lo mejor a los suyos.



Comentarios