Amar también es elegir bien

EL VERDADERO VALOR DEL NOVIAZGO

El noviazgo es mucho más que una etapa romántica o una antesala del matrimonio.

Es un tiempo valioso de autoconocimiento y descubrimiento del otro, donde se gestan las bases de lo que podría ser un proyecto de vida compartido. Amar con propósito no significa perder la espontaneidad del amor, sino amar con conciencia, con el corazón abierto y los ojos bien despiertos

Claves para un noviazgo con sentido

1. Preguntate a vos misma: ¿Qué deseo realmente en una pareja? Es importante hacer un ejercicio de introspección antes de poner toda la expectativa en el otro. ¿Qué tipo de vínculo quiero construir? ¿Qué valores son esenciales para mí?

2. Observá cómo te sentís en el vínculo. Podés ser vos misma? ¿Te sentís valorada, escuchada, mirada? El amor real se siente en lo cotidiano, en cómo te trata, cómo te acompaña y cómo te potencia.

3. Conversen temas importantes, sin miedo. Proyectos de vida, espiritualidad, visión de la familia, manejo del dinero, formas de enfrentar los conflictos… Son temas que no “matan la magia”, sino que construyen confianza y profundidad.

4. No confundas intensidad con profundidad. El amor sano no necesita drama. No se basa en altibajos emocionales, sino en una conexión estable, respetuosa y genuina.

5. Confía en tu intuición (y en tu entorno)A veces algo adentro nuestro nos dice que algo no está bien, aunque todo parezca perfecto desde afuera. También es sabio escuchar a quienes nos aman y desean lo mejor para nosotras.

Dinámica que sugiero: “Mi brújula personal del amor”

Objetivo: Identificar lo que realmente valoro en una relación.

Materiales: Papel, lápiz y un momento tranquilo.

Instrucciones:

1. Dibujá una brújula con cuatro puntos cardinales.

2. En cada punto escribí un valor clave que debe tener tu pareja ideal (por ejemplo: respeto, humor, fe, compromiso).

3. Abajo, anotá qué actitudes concretas muestran esos valores.

4. Reflexioná: ¿Lo que estoy viviendo hoy se alinea con esta brújula?

Conclusión

El noviazgo no es un contrato ni una exigencia. Es una invitación a amar con libertad y también con sabiduría. Podemos elegir al otro desde el amor propio, con la convicción de que el buen amor no te anula, te enriquece.